miércoles, 23 de diciembre de 2015

ESPIRITUALIDAD Y DIVERSIDAD SEXUAL



Sé lo que estás pensando…

Seguro que te parece de lo más extraño encontrar la palabra “espiritualidad” en un informativo sobre cuestiones gay. No te preocupes, a muchos les parece que la espiritualidad y la orientación sexual diversa son como el agua y el aceite, así que no es rara tu sorpresa. A propósito, permítete compartir contigo una historia…

“No puede haber homosexuales en la vida espiritual”. Eso me enseñaron, eso aprendí y con esa “verdad” crecí.

Pero vayamos por partes – Provengo de un hogar católico tradicional. de esos donde se va a misa cuando “nace” y nace muy pocas veces al año – desde pequeño recibí algo de instrucción religiosa de manos de mi abuela materna, ya sabes, cosas sanas como – si no te portas bien, va a venir el diablo para llevarte.

Dios me fue presentado por mi abuela con todas las características de un rey poderoso que vivía entre las nubes, a quien poco le interesaba lo que les pasaba a los seres humanos, salvo cuando éstos faltaban a misa, comían carne los viernes de cuaresma o decían mentiras, entonces sí que ese Dios se interesaba en la vida de uno.

Crecí lleno de miedo al diablo y sus demonios – mi conducta no era modelo de niño tranquilo – Para mí el diablo era una figura presente en todos los lados y a todas horas. Dios era un viejo malhumorado, al que nunca se le tenía contento con nada y el que se podía enojar por todas las cosas buenas y divertidas de la vida de un niño: no comer la sopa, robar el dinero a la abuela, hacer travesuras, jugar con lodo…

Más tarde, descubrí la sexualidad o más bien, ella irrumpió en mi vida con toda su fuerza. La masturbación se hizo una práctica común, o mismo que el sentimiento de culpa, la gran vergüenza de hacer algo sucio y el sentimiento de ser observado por Dios cuando estaba a solas en el baño. Más o menos por esa época descubrí mi propia atracción por otros chicos. Entonces sí que fue el acabose, no sólo me masturbaba, sino que lo hacía pensando en mis compañeros de salón.

En medio de todo esto, yo sentía un gusto tremendo por ciertas cuestiones religiosas, me gustaba rezar y muy en el fondo de mi corazón  sabía que Dios existía y que no podía ser como decía mi abuela.

Imagínate que a los 5 años me salí a predicar la Palabra de Dios en las casas de los vecinos. No recuerdo qué decía, pero todo el mundo quedaba fascinado por el niño que segurito iba a ser sacerdote cuando llegara a ser mayor. Me fascinaba estar ratos a solas, mirándolas nubes. Uno de mis pasatiempos favoritos era sentarme junto a la ventana y ver la puesta del sol, cuyos rayos iluminaban una pequeña iglesia situada en una colina frente a casa.  Me imaginaba que esos rayos – que parecían salir de la cruz que estaba en la cima del templo- era el amor de Dios que daba calor en el rostro.

Cuando iba a la playa, me sentaba en las rocas para escuchar el sonido de las olas romper.  Entonces pensaba que ese ruido era la voz de Dios que cantaba cosas solo para mí.

De verdad que fui un niño con mucha sensibilidad espiritual. Podrás imaginar mi drama interior cuando mi gusto por la espiritualidad se vio envuelto en mi orientación sexual recién descubierta. Yo sentía cosas buenas en mi corazón y en mi cuerpo, pero todos decían que mis sentimientos eran malos, sucios, pecaminosos. Yo decía que Dios no me importaba, pero en el fondo sí que me importaba, simplemente no podía acercarme de nuevo a él porque era indigno, porque yo no valía la pena, porque yo era homosexual.

Claro que la confesión no me ayudó en nada, porque reforzó en mí el sentimiento de culpa y de indignidad ante Dios. No pudiendo más con el conflicto interno, me alejé de toda forma de espiritualidad, abandoné la oración y me convertí en un católico, pero no fanático, como solía decir para justificar mi abandono religioso. Así pasaron 10 años en que viví mi vida como mejor pude. Sin embargo, a pesar de que no iba a la iglesia ni oraba, no pude arrancarme el sentimiento de culpa y frustración por no ser heterosexual.

Pero… ¿Qué pasaría si esa idea fuera un error predicado por nuestros líderes religiosos, creído por nuestros padres y asumido como verdad por nosotros mismos?

¿Qué pasaría si Dios fuera el primero en reclamar nuestros derechos, en devolvernos nuestra dignidad robada, en alentarnos para luchar por una sociedad incluyente?

¿Y que si descubriéramos que la relación don Dios – la vida espiritual – es una de las cosas a las que tenemos derecho como personas gay y que nos ha sido robada por nuestros líderes religiosos para mantenernos en la postración?

Personalmente  creo que la espiritualidad es parte básica de nuestra felicidad y de nuestro desarrollo personal por eso quiero hablarte de ella. Estoy convencido de que el Dios de Amor está esperando a que sus hijos gays y sus hijas lesbianas hagan una experiencia profunda de su amor – sin límites, de su aceptación – universal, de su gozo por la diversidad.

J. Álvaro Olvera Ibarra.
Comunidad Católica Vino Nuevo


Publicado en la Revista "País Canela" Abril del 2005