EL INSTINTO AMOROSO ENTRE HOMBRES
SIEMPRE HA SIDO UNA
CONSTANTE UNIVERSAL
La historia la escriben los ganadores. Ellos son los
que eligen quienes serán recordados y los eventos que serán relatados. Lo mismo
ha sucedido con el comportamiento sexual masculino a través de la historia.
Echándole un vistazo a cualquier libro de historia, uno podría pensar que la
sociedad nunca ha visto bien el amor entre dos hombres, que nunca un pintor, un
poeta o un papa ha compartido su cama y su corazón con otro hombre.
La evidencia entre el amor entre personas del mismo
sexo a través de la historia ha sido o disimuladamente suprimida, como en el
caso de los Griegos y los Romanos, o rápidamente destruida, como aún se hace
con los descubrimientos arqueológicos del arte Inca y Maya. El resultado de
estas acciones ha sido la innecesaria polarización de la sociedad y el
ocultamiento del sufrimiento por el que han pasado aquellos que se han
enamorado de personas del mismo sexo a través de la historia.
Sin censuras, los registros históricos revelan una
realidad opuesta: el instinto amoroso entre hombres siempre ha sido una
constante universal. Solo la actitud de la sociedad hacia él es lo que ha
variado. Todas las culturas han regulado el amor entre hombres, tejiendo
diferentes estilos de rituales alrededor suyo. Y algunas de ellas han tratado,
sin éxito, de eliminarlo de su existencia.
Como regla, el amor entre hombres siempre fue parte de
la estructura social y religiosa a través de la historia. Desde la antigua
Grecia y Roma con sus emperadores (Trajan y Hadrian entro otros), hasta los
chamanes de Siberia y los hombres medicinales de los Indios Americanos; desde
los miembros de las tribus de África hasta los emperadores de la China, todo el
mundo ha aceptado y le ha hecho lugar a la vulnerabilidad de los hombres ante
la belleza de otros hombres. Así que aceptaron que, estando casados o no, los
hombres se enamoraban de otros hombres, soñaban acerca de ellos, escribían
acerca de ellos, peleaban por ellos y se iban a la cama con ellos.
En la Antigua Grecia, el amor entre hombres era de
muchas maneras, análogo a los matrimonios de ese entonces, y era visto como
algo de igual importancia en la vida del individuo y consagrado en la mitología
griega. Esta fue la piedra angular de una tradición cultural que 2500 años
atrás provocó el nacimiento de la democracia, el teatro, la filosofía, las
matemáticas, la historia, etc. En ese entonces se creía que el amor entre
hombres sacaba lo mejor de los jóvenes, en especial, la masculinidad y el
coraje. En los tiempos de Guerra, los soldados muchas veces luchaban codo a codo
con sus amados y más tarde, liderados por Alejandro Magno y su novio,
Hephaestion, los griegos conquistaron el mundo. Grecia, por supuesto, no era
ninguna Utopía: la prostitución, los violadores y la esclavitud eran moneda
corriente.
En Japón, los aprendices de Samurai se juntaban con
los viejos guerreros para ser entrenados en el amor y en la guerra. Incluso el
shogun tenía, además de sus concubinas, varios novios, sus amores
"nanshoku", inmortalizados por escritores y pintores.
En las tierras Musulmanas, famosos poetas iraníes y
árabes como Hafiz i-Shirazi y Abu Nuwas alababan y sufrían por los encantos de
jóvenes muchachos. Los hombres sufies sagrados de la India hasta Turquía
buscaban encontrar a Alá asomándose a la belleza de jóvenes lampiños. Los
cuentistas relataban historias de amor gay en Las Mil y Una Noches.
En Norteamérica y en Siberia, las tradiciones
shamánicas desde la edad de piedra reconocían los poderes especiales de esos
hombres y mujeres que se sentían atraídos por personas del mismo sexo, como aún
se puede ver en la tradición de los dos espíritus de los Americanos Nativos que
sobrevive hasta el día de hoy.
En el mundo occidental de la era pre-moderna, el amor
entre hombres sobrevivía oculto, visible solamente cuando los amantes tenían la
mala suerte de ser descubiertos, o cuando algunos artistas se atrevían a
mencionar el tema en forma velada en algunas de sus obras. Muchos escritores,
músicos, pintores y poetas hablaron del amor entre hombres, pero siempre en
código: Miguel Ángel, adornó la Capilla Sixtina con vibrantes desnudos
masculinos; Shakespeare, le brindaba serenatas a su amado en sus sonetos; Blake
se enfrentaba a los sacerdotes que le "prohibían disfrutar de mi goce y mi
felicidad" y Whitman, cantaba sobre el cuerpo eléctrico. La lista de
luminarias, artistas, gobernantes, miembros del clero, caballeros y truhanes
que han sentido la fuerza del amor hacia otros hombres (algunos de ellos en
compañía del amor hacia las mujeres) es interminable.
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